Ramón Carnicer en una de sus últimas presencias públicas pues desde que su estado de salud se deterioró y, sobre todo, perdió prácticamente la visión se había recluido en su casa de Barcelona. / SECUNDINO PÉREZ |
LEÓN.— Falleció el intelectual más libre que he conocido. Educado pero libre. Exquisito en el trato, pero sin ninguna atadura más que su verdad, tantas veces molesta, la que le ha costado algunos de los desplantes más injustos e inexplicables de la historia de la literatura leonesa y, sobre todo, de la Comunidad. Ha muerto Ramón Carnicer, universal, español, leonés, berciano y villafranquino.
Meticuloso hasta el último día, dejó hecha una lista para que su hijo Alonso fuera llamando a los más cercanos. Éste así lo hizo. «Estaba como siempre, prácticamente ciego, pero hace quince días tuvo una caída y hubo que hospitalizarlo. Fue empeorando, surgieron complicaciones pulmonares y esta mañana (la de ayer) falleció».
Muchos ya intuían que algo grave ocurría. Quienes le habían llamado o escrito por estas fechas no habían recibido respuesta a su llamada ni llegó la carta de respuesta de Ramón Carnicer a su casa. Y Ramón contestaba a todas las llamadas, a todas; respondía a todas las cartas, con la misma extensión o algo más, a quien le escribía; enviaba una nota de agradecimiento a todo aquel que se acordaba de él en un medio de comunicación, aunque fuera para decirle que no estaba de acuerdo con lo que decía.
Frente a esta exquisita amabilidad estaba el personaje que no dudaba ni un segundo para decirle a Jordi Pujol, en perfecto catalán: «La política lingüística que su Gobierno está imponiendo en Cataluña es exactamente la misma que ustedes reprochaban al franquismo, pero en sentido inverso. Imponen el catalán sin tener en cuenta de que una buena parte de la población no lo habla».
Era así. Él mismo decía que «siempre busco la verdad, aunque no siempre lo consiga» pues tenía muy claro que el silencio nunca era la sumisión, sino el problema. «Por sumisos, obedientes y resignados, Franco nunca nos mandó nada al centro del país, a nuestra tierra».
Su espíritu independiente le llevó en 1962 a tomar la decisión de no presentarse a ningún premio literario. El mismo que le costó no ganar una edición del Premio Castilla y León de las Letras cuando ya era finalista único pues alguien hizo circular algunas fotocopias con contundentes opiniones suyas sobre quien debía ser incuestionable. El mismo que le costó no aparecer en un más que numeroso catálogo de escritores de Castilla y León editado este mismo año.
Prolífico y tardío. Pero Ramón Carnicer no fue un espíritu libre, con opiniones controvertidas, y sin obra literaria detrás. Ni mucho menos. Por las especiales características de su biografía fue un escritor tardío (publicó su primera obra con más de 40 años) pero prolífico y variado, pues ha cultivado la novela, el cuento, la biografía, el ensayo, los libros de viajes e, incluso, las memorias, que publicó en dos volúmenes: un precioso y fresco 'Friso menor' y una segunda parte mucho asentada, reflexiva y polémica: 'Codicilo'; sin olvidar los libros relacionados con su actividad docente, dedicados al lenguaje.
En primera persona y con fuerte carga autobiográfica escribió 'Los árboles de oro', su primera novela. Después vendría el ensayo biográfico 'La vida y obra de Pablo Piferrer' y en 1964 ve la luz una obra que en buena parte marcaría su biografía, era su primer libro de viajes: 'Donde las Hurdes se llaman Cabrera', un recorrido por ésta entonces atrasada comarca leonesa contada de forma fiel, tal y como la vio y anotó. «Nunca pude entender el escándalo que se montó. Contaba la miseria que vi y quienes se escandalizaron eran los responsables de aquella miseria: el obispado y el Gobierno Civil, que encontraron acogida en sus escritos en el Diario de León».
En libros de viajes posteriores posó su mirada sobre Nueva York, Castilla La Vieja y Extremadura. «He andado tantos kilómetros como para dar media vuelta al mundo. Cuando comencé a hacerlo casi nadie escribía libros de viajes, lo hacía Cela, que era amigo, pero muy fantasioso».
Ha escrito 25 libros, con una curiosidad que él mismo solía comentar. «Mi vida ha girado en torno al número cinco: He escrito cinco veces cinco libros; de los que cinco son libros de viajes, cinco novelas, cinco ensayos y cinco tratados del lenguaje».
Se ha ido con la única imagen que él apreciaba, la de un hombre honesto, que dejó anotados algunos encargos para paliar la falta de respuesta a las últimas llamadas que recibió el caballero de las letras.
Una vida en sus propios recuerdos
— Villafranca, 1912. «Nací el 24 de diciembre de 1912 en Villafranca del Bierzo, cuna un tanto casual, pues ninguno de mis antepasados era de allí. Mi madre, Carmen Blanco, nacida en 1884, se había trasladado a Villafranca en 1905, junto con sus padres y su hermano mayor Ricardo, que tras hacerse cura en el seminario de Astorga y cantar allí su primera misa había sido nombrado capellán de las monjas de San José».
— A los 20 años se va. «Viví en Villafranca hasta los 20 años. Algo tenía muy claro en aquellos años, que quería ir a la Universidad y estudiar una carrera. Me presenté a unas oposiciones de Funcionario de Correos para simultanear el trabajo y el estudio, me fui a vivir a Salamanca»
— La Guerra. «No pude ir entonces a la Universidad, por la llamada guerra civil, que de civil no tuvo nada pues fue una insensatez y una locura. Tuve la mala fortuna de que alcanzara a amigos muy queridos y a personas de mi familia. Quienes hemos vivido una guerra ya no queremos ni pensar, ni vivir, ni siquiera ver, otra. Siempre me revuelvo ante nuevos conflictos bélicos, sean donde sean»
— Barcelona. «Nunca abandoné mi ilusión de estudiar una carrera. Nada más acabar la guerra me traslado a Barcelona, una ciudad en la que no conocía a nadie, para no perder el tiempo, para recuperar el tiempo perdido, para concentrarme en el estudio. Y acabé mi carrera, saqué la cátedra, fui profesor en las universidades de Zaragoza, Barcelona y Nueva York. Ese sueño sí lo cumplí».
— Poesía. «Me alegro mucho de haber vencido la vanidad y no haber publicado aquellos poemas que, como todo adolescente, escribí.
— Primera novela. «No la publiqué hasta 1961, cuando ya iba a cumplir los 50 años. Fui un escritor tardío, pero prolífico, pues en treinta años publiqué casi 30 obras».
— León. «A León, en la España actual, sólo nos quieren para producir kilowatios. Y lo siento pues es la provincia más extensa y con más recursos» .
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Un hombre hecho a sí mismo que contaba su verdad sobre Cuba, la guerra o la Cabrera
«Una especie de caballero andante» era la definición que más veces le daban a Carnicer. |
LEÓN.— «Un caballero andante». Lo habrán dicho mil veces al ver pasar a este villafranquino excesivamente alto para sus tiempos; justamente educado para cualquier época. Y nadie puede negar que era un caballero este berciano que jamás dijo nada de nadie sin antes habérselo dicho a él de frente y por derecho, aunque estos fueran los más poderosos pues el autor de 'Donde las Hurdes se llaman Cabrera' siempre fue muy crítico con el poder, ya fuera el obispado de Astorga o el Gobierno de la Generalitat, que con los dos chocó.
El 'incidente' que soportó con su libro sobre La Cabrera fue realmente triste. No había en el texto ni una exageración, nada que no hubiera visto (nadie que conozca a Carnicer duda que es así) y, sin embargo, se 'secuestro' el libro, se le acusó de todo, pero él aguantó a pie firme y sin ceder a cambiar ni una sola coma. Cuando salió el libro lo hizo tal y como lo había escrito.
Siempre fue un hombre adelantado a su tiempo. Fue de los primeros el cultivar el género de libros de viajes, fue de los primeros en ver el problema medioambiental que se nos venía encima y que hoy ya nadie duda y, sobre todo, pocos libros de memorias se pueden encontrar en las bibliotecas escritos como él lo hizo en 'Friso menor'. Se desnuda de pies a cabeza, no oculta nada.
Leyendo esas memorias no puede el lector evitar sentir ternura hacia este escritor para el que es muy ajustada la expresión de un hombre 'hecho a sí mismo'. Carnicer su infancia y adolescencia en Villafranca, su casi obsesión por estudiar una carrera universitaria que no pudo vencer ni la misma guerra —él no admitía que se la llamara Civil—, pues aunque evitó que ingresara en Salamanca el villafranquino recuperó después el tiempo perdido en Barcelona, ciudad a la que fue «porque no conocía a nadie y no quería que nada me distrajera en mis estudios».
Cuando fue solucionando todos los pasos que quería ir dando en la vida (estudiar; casarse, con 40 años; sacar la cátedra...) hizo algo que como excelente lector también sabía que algún día haría: escribir. Ya tenía casi 50 años cuando publicó su primera novela, pero le dio tiempo a escribir treinta obras, muy trabajadas, escritas dos veces a bolígrafo y una tercera a máquina, que era como Carnicer iba creando sus obras.
Después de ganar algunos premios, en 1962 decidió no concurrir a ningún galardón y su biografía oficial recoge reconocimientos muy singulares: Hijo adoptivo del municipio de Encinedo (La Cabrera) en reconocimiento por su libro 'Donde las Hurdes se llaman Cabrera', después de lo vivido unos cuantos años antes. Carnicer no tenía baúl de rencores, por eso, en el Museo de la Cabrera de Encinedo los visitantes encontrarán una manta que el escritor les regaló, una manta que utilizó en aquel viaje a pie que realizó para escribir el libro.
Ramón Carnicer ya no contestará a más cartas y eso es señal inequívoca de que se ha ido para siempre, pues el caballero español jamás le hizo un desaire a quien ponía un sello a un sobre con destino a la calle Roca i Batllé de Barcelona.
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Algunas de sus afirmaciones
2. Su libro de la Cabrera. «Los que se escandalizaron con lo que contaba mi libro, que no era más que la miseria que vi, eran los principales responsables de ella: el obispado y el Gobierno Civil».
3. Cuba y Fidel. «No se puede ser simplista. Estados Unidos obligó a Castro a ir a un sistema que no pretendía por medio de un bloqueo que lo único que buscaba no era la libertad sino continuar con 'su' colonia»
4. El medio ambiente. «·No puedo entender la indiferencia de la gente ante la degradación del medio ambiente» (Lo declaró en 1989)
5. Política. «Siempre me he definido como liberal, del liberalismo histórico, el nacido en Cádiz. El mío es de raíz ética, no estos de ahora»
6. El Quijote. «Es mi lectura más repetida. Cada vez que la inicio lo hago con la curiosidad por lo nunca leído. Y, en efecto, siempre me revela algo nuevo. Gracián y Quevedo son mis otras vitaminas».
7. Su estilo. «Procuro escribir lo mejor posible, hacerlo sin amaneramientos ni exquisiteces, buscando la claridad y la sencillez. Pero ser sencillo resulta muy difícil y ser claro lo es muchísimo más».
8. La televisión. «Fue una gran posibilidad para el desarrollo que se frustró por una calidad muy baja, que sigue descendiendo cada día».
9. Su retiro. «Siempre he tenido claro que aspiro a la longevidad lúcida de Sofocles, cuando no esté en plena forma lo dejaré» (Lo hizo)
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DIARIO DE LEON
Muere Ramón Carnicer, uno de los grandes de las letras leonesas
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Será incinerado el lunes y el funeral será estrictamente familiar por expreso deseo del escritor
Había cumplido 95 años en Nochebuena en la clínica Quirón de Barcelona, donde falleció de neumonía
Verónica Viñas león
La muerte le sorprendió cinco días después de cumplir 95 años. Llevaba días ingresado en el hospital Quirón de Barcelona, tras sufrir una rotura de fémur. Finalmente, una neumonía ha acabado con la vida de Ramón Carnicer, uno de los grandes de las letras leonesas. Según confirmó ayer a este periódico su único hijo, Alonso Carnicer, el escritor será incinerado el lunes y no habrá funerales por expreso deseo del autor de Donde las Hurdes se llaman Cabrera.
La noticia del fallecimiento de Carnicer sobrecogió a sus numerosos amigos y compañeros del mundo literario. El también escritor villafranquino Antonio Pereira apenas podía ayer articular palabra. Antonio Gamoneda, según testimonio de Alonso Carnicer, sintió muy profundamente la muerte de un amigo. «Era un maestro», dijo Pereira. Sin embargo, algunas instituciones, como la Junta, «obviaron» su brillante trayectoria literaria al marginarle este año del Catálogo de escritores de Castilla y León, tal vez porque el destino le había llevado a instalarse en Barcelona, donde jamás olvidó a su querida Villafranca del Bierzo. Porque le dolía León -como a Unamuno España- supo retratar como nadie las comarcas olvidadas, como La Cabrera. Doctor en Filosofía y Letras, es autor de cerca de una treintena de libros. En 1961 publicó el primero, Cuentos de ayer y de hoy, que le valdría el Premio Leopoldo Alas. Dos años después ve la luz Vida y obra de Pablo Piferrer, Premio Menéndez Pelayo. En 1968 se traslada a Nueva York, donde impartirá clases en la Universidad durante medio año. Resultado de su estancia en Nueva York, publicó: Nueva York, nivel de vida, nivel de muerte , en 1970. Ramón Carnicer (Villafranca del Bierzo, 1912-Barcelona, 2007) vivía en Barcelona desde el fin de la Guerra Civil, en cuya Universidad ha impartido Lengua y Literatura. En 1964 publicó el libro de viajes Donde las Hurdes se llaman Cabrera, donde retrata certeramente el tránsito de unas gentes por un mundo sin reloj y recoge el lamento de Justina, la mujer con hijos concejiles, quien le espetó desde un carro: «Vivimos como los animales del monte, a ver si se acuerdan de nosotros». Publica artículos periódicamente en La Vanguardia , así como varios volúmenes sobre el catellano. Entre sus obras destacan Las personas y las cosas; Ligeramente humano; Gracia y desgracia de Castilla La Vieja; Todas las noches amanece; y Friso menor.
Casado con la catedrática irlandesa Doireann McDermott, sólo tuvo un hijo, Alonso, licenciado en Filosofía, viajero infatigable y profesional en la televisión catalana.
«Ramón Carnicer es un escritor que maneja espléndidamente el idioma castellano. Y ha sido y es un hombre honorable, divertido, lúcido, sobrio, curioso, libre», así lo ha descrito el escritor César Gavela, amigo y biógrafo de Carnicer. «Un hombre que es un ejemplo moral. De independencia, de superación».
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La noticia del fallecimiento de Carnicer sobrecogió a sus numerosos amigos y compañeros del mundo literario. El también escritor villafranquino Antonio Pereira apenas podía ayer articular palabra. Antonio Gamoneda, según testimonio de Alonso Carnicer, sintió muy profundamente la muerte de un amigo. «Era un maestro», dijo Pereira. Sin embargo, algunas instituciones, como la Junta, «obviaron» su brillante trayectoria literaria al marginarle este año del Catálogo de escritores de Castilla y León, tal vez porque el destino le había llevado a instalarse en Barcelona, donde jamás olvidó a su querida Villafranca del Bierzo. Porque le dolía León -como a Unamuno España- supo retratar como nadie las comarcas olvidadas, como La Cabrera. Doctor en Filosofía y Letras, es autor de cerca de una treintena de libros. En 1961 publicó el primero, Cuentos de ayer y de hoy, que le valdría el Premio Leopoldo Alas. Dos años después ve la luz Vida y obra de Pablo Piferrer, Premio Menéndez Pelayo. En 1968 se traslada a Nueva York, donde impartirá clases en la Universidad durante medio año. Resultado de su estancia en Nueva York, publicó: Nueva York, nivel de vida, nivel de muerte , en 1970. Ramón Carnicer (Villafranca del Bierzo, 1912-Barcelona, 2007) vivía en Barcelona desde el fin de la Guerra Civil, en cuya Universidad ha impartido Lengua y Literatura. En 1964 publicó el libro de viajes Donde las Hurdes se llaman Cabrera, donde retrata certeramente el tránsito de unas gentes por un mundo sin reloj y recoge el lamento de Justina, la mujer con hijos concejiles, quien le espetó desde un carro: «Vivimos como los animales del monte, a ver si se acuerdan de nosotros». Publica artículos periódicamente en La Vanguardia , así como varios volúmenes sobre el catellano. Entre sus obras destacan Las personas y las cosas; Ligeramente humano; Gracia y desgracia de Castilla La Vieja; Todas las noches amanece; y Friso menor.
Casado con la catedrática irlandesa Doireann McDermott, sólo tuvo un hijo, Alonso, licenciado en Filosofía, viajero infatigable y profesional en la televisión catalana.
«Ramón Carnicer es un escritor que maneja espléndidamente el idioma castellano. Y ha sido y es un hombre honorable, divertido, lúcido, sobrio, curioso, libre», así lo ha descrito el escritor César Gavela, amigo y biógrafo de Carnicer. «Un hombre que es un ejemplo moral. De independencia, de superación».
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El escritor que descubrió León
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| Reportaje | Leonés de corazón |
El Instituto de Estudios Bercianos prepara un libro con textos inéditos de Ramón Carnicer, el autor que rescató una provincia olvidada en libros como «Donde las Hurdes se llaman Cabrera»
Verónica Viñas león
Dicen quienes le conocieron personalmente que Ramón Carnicer era un señor; un gran hombre humana y literariamente hablando. Y, como todos los grandes hombres, era un personaje humilde. Una de sus facetas más conocidas es la de escritor viajero, consecuencia de sus innumerables recorridos por la geografía española, principalmente la leonesa, a la que ha dedicado algunas de sus mejores páginas, con títulos como Donde las Hurdes se llaman Cabrera ( 1964) -un auténtico referente de los libros de viajes- Gracia y desgracias de Castilla la Vieja ( 1976) y León, un viaje con guías (1990). El Instituto de Estudios Bercianos, que tenía previsto rendirle un homenaje en abril del próximo año, publicará en esa fecha un libro con textos inéditos y desperdigados que el hijo del escritor villafranquino, Alonso Carnicer McDermott, ha recopilado. No es suficiente. León tiene una larga e injusta deuda con un escritor que siempre tuvo presente esta tierra en sus afectos y en sus escritos. La última afrenta la recibió hace unos meses. La Junta le ignoró injustamente de un Catálogo de escritores de Castilla y León. El desplante, sin embargo, fue muy contestado desde los círculos literarios. La Junta, sin embargo, no supo enmendar un «error» que -al parecer- dolió profundamente a Carnicer.
Un hombre entrañable
El crítico del Diario de León José Enrique Martínez, a propósito de la concesión en el año 2000 del título de doctor honoris causa por la Universidad de León a Ramón Carnicer, escribió: «Su actitud crítica abarca al mundo entero, porque por encima de patrioterías o de nacionalidades grandes o pequeñas, él se siente ciudadano del mundo, hombre de preocupaciones universales que se expresa en un estilo impecable, cuyas notas más relevantes pueden ser la corrección, la precisión y el rigor, con la razón vigilando siempre los desmanes de la emoción o la pasión. Seriedad, responsabilidad, actitud crítica y firmeza pueden dar la imagen de un hombre riguroso consigo mismo y con lo demás y de un autor exigente con el lector; por el contrario, Ramón Carnicer es hombre entrañable, cariñoso, conversador y amigo de sus amigos; y su literatura tiene la virtud de la amenidad, aderezada con un humor y una ironía inconfundibles». Es un retrato certero de uno de los escritores más injustamente olvidados por León, una tierra a la que siempre fue leal en su corazón. Su vinculación con León, biográfica, afectiva y literariamente, también se aprecia en las páginas de Friso menor ( 1983) y de Codicilo ( 1992), dos de sus libros de memorias. Aunque Carnicer quiso probar o probarse en distintos formatos o géneros, es quizá en el relato breve en el que encauzó su vocación literaria que abrió con Cuentos de ayer y de hoy, y al que ha recurrido en numerosas ocasiones a lo largo de su trayectoria, donde también ha dado a la imprenta reflexiones sobre la ortografía y el correcto uso del lenguaje, fruto de su condición de filólogo. A la cultura y literatura leonesa también ha dedicado ensayos y recopilaciones de artículos como Del Bierzo y su gente ( 1986), El pintor leonés Primitivo Álvarez Armesto ( 1997) y Cronicón berciano ( 1988), además de El lago de Carucedo ( 1992) y Viaje por los enclaves españoles ( 1995). Carnicer, que prácticamente no se jubiló nunca de la literatura, cultivó igualmente con éxito la novela, con títulos como Los árboles de oro (También murió Manceñido ( 1972), Todas las noches amanece (1979), Las jaulas » (1999) y P asaje Domingo. Una calle y 15 historias (1998).
Ayer, al mediodía, se apagaba para siempre la voz de Carnicer. Pero queda su obra... 1962),
*-*-*-*-*-*-*-*-*-Un hombre entrañable
El crítico del Diario de León José Enrique Martínez, a propósito de la concesión en el año 2000 del título de doctor honoris causa por la Universidad de León a Ramón Carnicer, escribió: «Su actitud crítica abarca al mundo entero, porque por encima de patrioterías o de nacionalidades grandes o pequeñas, él se siente ciudadano del mundo, hombre de preocupaciones universales que se expresa en un estilo impecable, cuyas notas más relevantes pueden ser la corrección, la precisión y el rigor, con la razón vigilando siempre los desmanes de la emoción o la pasión. Seriedad, responsabilidad, actitud crítica y firmeza pueden dar la imagen de un hombre riguroso consigo mismo y con lo demás y de un autor exigente con el lector; por el contrario, Ramón Carnicer es hombre entrañable, cariñoso, conversador y amigo de sus amigos; y su literatura tiene la virtud de la amenidad, aderezada con un humor y una ironía inconfundibles». Es un retrato certero de uno de los escritores más injustamente olvidados por León, una tierra a la que siempre fue leal en su corazón. Su vinculación con León, biográfica, afectiva y literariamente, también se aprecia en las páginas de Friso menor ( 1983) y de Codicilo ( 1992), dos de sus libros de memorias. Aunque Carnicer quiso probar o probarse en distintos formatos o géneros, es quizá en el relato breve en el que encauzó su vocación literaria que abrió con Cuentos de ayer y de hoy, y al que ha recurrido en numerosas ocasiones a lo largo de su trayectoria, donde también ha dado a la imprenta reflexiones sobre la ortografía y el correcto uso del lenguaje, fruto de su condición de filólogo. A la cultura y literatura leonesa también ha dedicado ensayos y recopilaciones de artículos como Del Bierzo y su gente ( 1986), El pintor leonés Primitivo Álvarez Armesto ( 1997) y Cronicón berciano ( 1988), además de El lago de Carucedo ( 1992) y Viaje por los enclaves españoles ( 1995). Carnicer, que prácticamente no se jubiló nunca de la literatura, cultivó igualmente con éxito la novela, con títulos como Los árboles de oro (También murió Manceñido ( 1972), Todas las noches amanece (1979), Las jaulas » (1999) y P asaje Domingo. Una calle y 15 historias (1998).
Ayer, al mediodía, se apagaba para siempre la voz de Carnicer. Pero queda su obra... 1962),
El ejemplo de Ramón Carnicer
OPINIÓN
CÉSAR GAVELA
LE FELICITÉ por teléfono el lunes, como todas las Nochebuenas. Este año cumplía 95, pero Ramón no estaba en casa, sino en la clínica Quirón. Le habían intervenido por una rotura del fémur y Ramón estaba incómodo, pero también cariñoso y cordial, como siempre. Me preguntó por mi mujer y por mi hijo con su eterno acento berciano, y no podía pensar yo que se podía morir tan pronto. Pero fue una inesperada neumonía la que pondría fin a la vida del gran escritor leonés.
Ramón Carnicer Blanco nació en Villafranca del Bierzo en 1912. Pronto huérfano, vivió su infancia y adolescencia en la villa con su madre y sus hermanas, y allí estudió el bachillerato. Allí, también, fue un joven romántico y allí descubrió su vocación de escritor. En 1932 se fue del Bierzo, tuvo un empleo en Correos, vivió en varias ciudades, hizo la guerra y se instaló en Barcelona en 1939, huyendo del horror falangista, que había asesinado a su cuñado Francisco Delás y a su tío sacerdote Bernardo. En Barcelona Ramón estudió Filología y ya en 1943 era profesor universitario. En 1953 se casó con la irlandesa Doireann MacDermott, también profesora, y a partir de aquel tiempo Ramón se integró en la intelectualidad catalana más crítica con el régimen de Franco. Ramón Carnicer publicó veinticinco libros. Algunos tuvieron gran repercusión, como el revelador Donde las Hurdes se llaman Cabrera, crónica de un viaje realizado en 1962 por la entonces remota comarca leonesa. Otro de sus grandes libros describe un largo viaje por Castilla la Vieja en los años setenta. Sin olvidar su excelente crónica sobre el Nueva York de 1968, donde vivió medio año.
Ramón también escribió dos libros de cuentos, cuatro novelas y diversos libros biográficos y ensayísticos, todos ellos publicados en las mejores editoriales catalanas aunque eso de nada sirvió cuando una leva de indocumentados redactó hace poco en Valladolid un listado de escritores leoneses. Y es que Ramón nunca anduvo detrás del poder y de sus voceros. Él siempre fue libre y elegante, y viajero incansable por todo el mundo, aunque sin dejar de sentir nunca la llamada del Bierzo y de León, provincia con la que siempre estuvo comprometido.
Ramón era irónico, cálido, educadísimo, con algo de profesor inglés. Y un gran conversador en el café o en la intimidad de su hogar en la ladera del Tibidabo. Ramón tenía muchos amigos en Cataluña, entre ellos Gabriel Ferrater o Gil de Biedma, y había sido profesor de Carlos Barral. Era un gran imitador y bordaba a Jordi Pujol. ¡Cuánto nos reíamos entonces!
Yo tuve la fortuna de hablar con él varias tardes en aquella casa de Barcelona. Y de disfrutar con sus burlas hacia el nacionalismo radical, entonces incipiente. También crucé con él varios cientos de páginas de correspondencia, donde su filial magisterio siempre me emocionó. Ramón Carnicer era un ejemplo moral en todos los ámbitos del vivir. Un hombre íntegro y lúcido, que amaba la vida, que amaba León y que amaba al idioma español, al que dedicó cinco libros de estudios. Ramón fue un hombre universal. Con raíces en la tierra del Burbia y del Valcarce.
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Tiempo de despedidas
OPINIÓN
MIGUEL A. VARELA
ENTRAMOS en el tiempo de las despedidas, me decía hace pocos días un amigo. A Ramón quise llamarlo la Navidad pasada pero otra muerte se cruzó en mi camino y ahora toca el trámite de las palabras urgentes, del elogio escrito al pie de la rotativa.
A principios de año, cuando su nombre fue injustamente omitido de una antología de escritores de esta comunidad y un puñado de amigos nos quejamos en los huecos que los medios aún nos dejan, tuve ocasión de mantener una larga conversación con este hombre, que se confesaba cansado y débil, pero que demostraba mantener una forma mental envidiable y se interesaba por el milagro tecnológico que me había permitido averiguar quién me había llamado aún teniendo el móvil apagado.
Carnicer vivió intensamente un siglo complejo y sangriento, al que se enfrentó con los únicos recursos de su voluntad y su inteligencia.
Su valía intelectual ha quedado impresa en un amplio catálogo de ensayos y libros de viajes escritos con la humana mirada del hombre íntegro que no oculta lo que ve y lo cuenta pese a quien pese.
Alejado del circo literario, de sus camarillas y de la sociedad de bombos mutuos en la que se desenvuelve el ejercicio de las letras, Carnicer es autor también de un puñado de novelas honradas y bien elaboradas.
Ahora es tiempo de despedidas y de volver a leer sus libros, la mejor forma de recordar a un hombre bueno que ayer murió lejos de las nieblas del Bierzo.
---------------------------A principios de año, cuando su nombre fue injustamente omitido de una antología de escritores de esta comunidad y un puñado de amigos nos quejamos en los huecos que los medios aún nos dejan, tuve ocasión de mantener una larga conversación con este hombre, que se confesaba cansado y débil, pero que demostraba mantener una forma mental envidiable y se interesaba por el milagro tecnológico que me había permitido averiguar quién me había llamado aún teniendo el móvil apagado.
Carnicer vivió intensamente un siglo complejo y sangriento, al que se enfrentó con los únicos recursos de su voluntad y su inteligencia.
Su valía intelectual ha quedado impresa en un amplio catálogo de ensayos y libros de viajes escritos con la humana mirada del hombre íntegro que no oculta lo que ve y lo cuenta pese a quien pese.
Alejado del circo literario, de sus camarillas y de la sociedad de bombos mutuos en la que se desenvuelve el ejercicio de las letras, Carnicer es autor también de un puñado de novelas honradas y bien elaboradas.
Ahora es tiempo de despedidas y de volver a leer sus libros, la mejor forma de recordar a un hombre bueno que ayer murió lejos de las nieblas del Bierzo.
en Catedra Miguel Delibes
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CARNICER, Ramón
Nace en 1912 en Villafranca del Bierzo (León), donde obtiene el Bachillerato Elemental. No puede continuar sus estudios por limitaciones económicas familiares. Ingresa en el Cuerpo Técnico de Correos en 1934, y compagina su trabajo con los estudios superiores y universitarios. Licenciado en Filología Románica por la Universidad de Barcelona (1943). Becas de estudio concedidas por la Ecole d'Interprètes de la Universidad de Ginebra (1950 y 1951). Encargado del Curso de Historia de la Lengua y de la Literatura Españolas en la Universidad de Barcelona (1951). Fundador del Curso de Estudios Hispánicos para extranjeros (1952) y de la Escuela de Idiomas Modernos (1953), ambos en la Universidad de Barcelona. Se casa con Doireann MacDermott (1953). Becario del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (1953-1960). Doctor con Sobresaliente cum laude y Premio Extraordinario de la Universidad de Barcelona por su tesis sobre Pablo Piferrer (1960). Colaborador del CSIC (1961-62). Profesor visitante de la City University de Nueva York (1968). Agregado en la Universidad de Zaragoza, donde reorganiza de nueva planta el Instituto de Idiomas (1969). Profesor de los cursos de verano para extranjeros en las universidades de Barcelona y Zaragoza (Jaca). Renuncia a la actividad docente para dedicarse plenamente a la literatura (1972). Nombrado director honorario de la Escuela de Idiomas Modernos de la Universidad de Barcelona (1988). Ha publicado 25 libros y ha colaborado con monografías, ensayos, centenares de artículos y algunos cuentos en 80 revistas y periódicos de España y el extranjero. En colaboración con su esposa, Doireann MacDermott, ha traducido libros del francés, el inglés y el alemán. Ha sido jurado de diversos premios literarios y ha dado un centenar de conferencias en universidades y entidades culturales en España, Suiza, Alemania y EE.UU.
- NARRATIVA:
Cuentos de ayer y de hoy (1961).
Los árboles de oro (1962).
También murió Manceñido (1972).
Todas las noches amanece (1979).
Las jaulas (1990).
Pasaje Domingo. Una calle y 15 historias (1998).
Con buena tinta : relatos (1+9) (2007).
- ENSAYO:
Vida y obra de Pablo Piferrer (1963). Biografía y estudio.
Sobre el lenguaje de hoy (1969).
Entre la ciencia y la magia. Mariano Cubí (1969). Biografía y estudio.
Nuevas reflexiones sobre el lenguaje (1972).
Las personas y las cosas (1973). Ensayos y artículos.
Tradición y evolución en el lenguaje actual (1977).
Desidia y otras lacras en el lenguaje de hoy (1983).
Del Bierzo y su gente (1986). Ensayos y artículos.
Sobre esto y aquello (1988). Ensayos y artículos.
Sobre ortografía española (1992).
El pintor leonés Primitivo Álvarez Armesto (1997). Biografía y estudio.
Cronicón Berciano (1998). Ensayos y artículos.
- OTROS:
Donde las Hurdes se llaman Cabrera (1964). Libro de viajes.
Nueva York. Nivel de vida, nivel de muerte (1970). Libro de viajes.
Gil y Carrasco, Enrique, El señor de Bembibre (1971). Edición y prólogo.
Gracia y desgracias de Castilla la Vieja (1976). Libro de viajes.
Friso Menor (1983). Memorias.
AA.VV., Marginados, fronterizos, rebeldes y oprimidos (1985). Capítulos sobre Las Hurdes, La Cabrera y La Merindad de la Somoza. Ensayo.
Las Américas peninsulares. Viaje por Extremadura (1986). Libro de viajes.
AA.VV., León, un viaje con guías (1990).
Codicilo (1992). Memorias.
Gil y Carrasco, Enrique, El señor de Bembibre y El lago de Carucedo (1992). Edición y prólogo.
Viaje a los enclaves españoles (1995). Libro de viajes.
1961: Premio Leopoldo Alas por Cuentos de ayer y de hoy.
1962: Medaglia d'argento al Merito Culturale del Gobierno Italiano.
1963: Premio Menéndez Pelayo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas por Vida y obra de Pablo Piferrer.
1962: Toma la resolución de no concurrir a ningún otro premio literario.
1971: Cruz de Alfonso X el Sabio.
1975: Hijo adoptivo del municipio de Villadecanes (León).
1976: Hijo predilecto de Villafranca del Bierzo.
1977: Se da su nombre a la plaza del pueblo de Villadecanes (León).
1988: Director honorario de la Escuela de Idiomas Modernos de la Universidad de Barcelona.
1988: Se da su nombre a la escuela de primera enseñanza de Parandones (León).
1989: Congreso homenaje a Ramón Carnicer organizado por el Instituto de Estudios Bercianos en Villafranca del Bierzo y Ponferrada.
1990: Su cuento "Las rutas del progreso" es llevado al cine por RTVE y se emite en 1991 en la serie "Narradores" de TVE2.
1991: Se da su nombre al Centro Público de Formación de Adultos de Ponferrada (León).
1999: Hijo adoptivo del municipio de Encinedo (La Cabrera) en reconocimiento por su libro Donde las Hurdes se llaman Cabrera.
1999: Se da su nombre a una calle de Ponferrada (León).
2000: Doctor Honoris Causa de la Universidad de León.
2001: Exposición "El viajero Ramón Carnicer" en el Museo del Bierzo de Ponferrada (León).
- "Mis trabajos de erudición y mis libros de viajes han tenido por objeto cubrir zonas de mi ignorancia, coincidentes tal vez con las de algunos de mis posibles lectores. Decía Albert Einstein: "Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas", afirmación que tanto sirve para curarse de vanidades culturalistas como para confesarnos tributarios del saber ajeno."
- "En mis novelas y cuentos trato de reflejar realidades y de inventar ficciones capaces de divertir al lector, en el sentido de apartarlo, momentáneamente al menos, de sus quehaceres, contrariedades y preocupaciones."
(En Ramón Carnicer, 2003).
"Lo que yo intento hacer, si usted me permite el neologismo, es algo así como vidalogía, es decir, acercarme a las personas y a su manera de estar en la vida, cosa, por otra parte, muy vieja.
- ¿Y quién le informa a usted? Supongo que las personas cultas.
- No señor. Prefiero los informes de un tabernero o esquilador a los de un abogado o un ingeniero.
- ¿Es que no le interesa la cultura?
- Sí, pero la cultura no está sólo en los libros y en la cabeza de quienes los han leído, gente a veces aburrida y muy a menudo dogmática.
- Usted debe ser algo contradictorio.
- Tal vez, aunque procuro evitarlo, no con demasiado ahínco, es la verdad. Y ello porque aspiro a no dejar de ser hombre, es decir, un ser contradictorio".
(En Ramón Carnicer, Gracia y desgracias de Castilla la Vieja, Barcelona, Plaza y Janés, 1976, p. 229).
TODAS LAS NOCHES AMANECE (1979)
El círculo de los adeptos iba reduciéndose; es decir, era preciso eliminar o disuadir a quienes no aportaban nada nuevo o a quienes mostraban aptitudes poco interesantes por repetidas. Tal era, entre estos últimos, el caso de los médium motores, buenos para los no iniciados, con su movimiento de mesas, sillas, sofás y otros objetos, pero aburridos para quien como él era además médium parlante, psicógrafo y a veces vidente. Su búsqueda de un médium músico capaz de hacer oír a Liszt, Gayarre, Sarasate, etc. había fracasado, no obstante haber atraído a buen número de componentes de la banda, la orquesta y la rondalla, gente de escasas inquietudes y sobre todo disminuida por los prejuicios del párroco Lanjarón, enemigo resuelto de aquella fuente luminosa (por ello operaba en las tinieblas) del espiritismo. Otros, de mediumnidad nada deleznable, cansaban por monótonos, por demasiada especialización. Así ocurría con don Clemente el telegrafista, siempre con ecuaciones y proyecciones geométricas. Con vistas a sus alumnos más avanzados de bachillerato, no le iban mal los tratos con el velador, pero en una de sus primeras actuaciones perjudicó el buen nombre del cenáculo de la calle de la Romería, conocido por los espíritus más ilustres. Se produjo el hecho cuando, apenas iniciado en la técnica comunicativa, se le ocurrió llamar nada menos que a Newton para pedirle opinión acerca del procedimiento seguido con sus alumnos en busca de un desarrollo más rápido y acaso más convincente del famoso binomio. Newton acudió al llamamiento y el velador empezó a funcionar. Don Clemente captó en el acto la x, la a y, por deducción, el signo + que las unía, pero en seguida se le vio vacilar (conforme declararía después) tras los golpes indicadores de potencias y subíndices, mayúsculas, minúsculas, etc., por lo cual interrumpía continuamente al famoso matemático en demanda de repeticiones y aclaraciones. No tardó Newton en percatarse de que el telegrafista ignoraba la correspondencia entre sus golpes y aquellos signos, por lo que, no obstante su flema de sabio y de inglés fallecido ya en el siglo ilustrado, declaró intolerable el desconocimiento de tan sencillas claves por parte de un espiritista experto en matemáticas. A continuación dio tres fortísimos golpes de velador y, tras hacerse visible durante una fracción de segundo, suficiente para advertir la larga peluca y la abullonada camisa con que aparece reproducido en las grandes enciclopedias, descargó un fuerte portazo y se fue.
(De Todas las noches amanece, Barcelona, Plaza y Janés, 1979, pp. 154-155).
AA.VV., Vida y obra de Ramón Carnicer, Universidad de Oviedo, 1991, 263 pp.
AA.VV., Filandón (suplemento literario del Diario de León). Número monográfico dedicado a Ramón Carnicer, 9 de mayo de 1993.
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FIDALGO ROBLEDA, Helena, "Humor e ironía en la escritura autobiográfica de Ramón Carnicer según la teoría de M. Bajtín", en ROMERA, J., GARCÍA-PAGE, M., GUTIÉRREZ CARBAJO, F. (eds.), Bajtín y la literatura, Madrid, Visor, 1995, pp. 219-224 y 253-258.
FIDALGO ROBLEDA, Helena, "Reconstrucción histórica y ficción en la novela Las jaulas de Ramón Carnicer" en ROMERA CASTILLO, J., YLLERA, A., GARCÍA-PAGE, M. y CALVET, R. (eds.), Escritura autobiográfica, Madrid, Visor Libros, 1993, pp. 223-228.
GAVELA, César, Ramón Carnicer, Diputación Provincial de León, 1993, 156 pp.
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MARTÍNEZ, José Enrique, "Problemática del autobiografismo: Las memorias de Ramón Carnicer", en Tierras de León, 102, León, 1997, pp. 105-114.
MARTÍNEZ GARCÍA, Francisco, "Ramón Carnicer" en Historia de la literatura leonesa León, Ed. Everest, 1982, pp. 961-988.
www.um.es/tonosdigital/znum5/Teselas/SENCILLEZ.htm
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www.terra.es/personal6/sc-comunicacion/noticia090403.shtml
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Publicado por Vredondof para LA CULTURA el 12/30/2007 12:45:00 PM