Los intelectuales italianos  revelaron a Europa la experiencia histórica de sus antepasados y de la  civilización greco-romana. 
  Mirar hacia el pasado para  comprender el presente 
  Durante el Renacimiento se produjo un cambio en la actitud del hombre frente al  mundo. Filósofos, científicos, literatos y políticos consideraron que el pasado  greco-latino era la perfección en materia de creación humana y buscaron en él  elementos que los ayudaran a comprender el mundo y, al mismo tiempo,  comprenderse. 
 En la  Italia del siglo XV florecieron ciudades que recordaban  por su pujanza a las antiguas ciudades-estado griegas. Esta cultura urbana se  diferenciaba claramente del mundo feudal rural. Al comienzo, el "renacer" del  interés por la Antigüedad surgió en algunas de esas ciudades, donde la tradición  clásica había perdurado. La presencia del pasado greco-latino se manifestó no  sólo en los antiguos monumentos arquitectónicos, sino también en el uso y el  gusto por la lengua latina. 
 En  esos primeros momentos del Renacimiento, los humanistas fueron hombres de letras  que se ocuparon del estudio de las obras antiguas y de la difusión del  conocimiento facilitada por la imprenta. Este intento por expandir la cultura  los diferenció de los hombres de la Edad Media, que habían conservado el saber,  fundamentalmente, en los monasterios. 
 Los  humanistas recuperaron a los antiguos como hombres "modernos", es decir,  comprometidos con los intereses y las preocupaciones del tiempo en que vivían.  No tuvieron un solo maestro. Estudiaron a Platón, a quien consideraban por sobre  Aristóteles, y a los autores del helenismo, del judaísmo y del cristianismo  primitivo. 
 Los  humanistas fueron hombres religiosos, la mayoría de ellos cristianos, que  buscaron descubrir en los antiguos la manera de preguntarse sobre el mundo y las  cosas. Su búsqueda intelectual se caracterizó por el desarrollo del pensamiento crítico en oposición al pensamiento dogmático. 
 Con  esta nueva mirada sobre el pasado, lograron establecer una síntesis entre la  cultura clásica y el cristianismo. 
 Así  como resurgió con gran fuerza el estudio de la cultura greco-latina y de las  lenguas griega y latina, los humanistas italianos comenzaron también a escribir  en su propia lengua. Ya en el siglo XIV, los italianos Dante, Petrarca y Boccaccio —precursores del  Humanismo— habían escrito en italiano. Paralelamente, entre los siglos xv y xvi,  los estudiosos españoles, como Antonio de Nebrija y Luis Vives se ocuparon del  estudio de su propio idioma y crearon la primera gramática castellana.  
 El  Humanismo: una nueva manera de pensar la sociedad 
 En  Florencia, el Humanismo estuvo estrechamente asociado con los intereses y las  preocupaciones de quienes gobernaban la ciudad. Allí inició Nicolás Maquiavelo  (1469-1527) sus reflexiones sobre la política. En su obra  El Príncipe (escrita en 1513) analizó las distintas formas de gobierno,  los modos de llegar al poder y los métodos para conservarlo, recurriendo a  ejemplos tomados de la historia antigua. Maquiavelo quería contribuir con sus  escritos a lograr la unidad de Italia. Para ello, describió las formas de acción  política que consideraba adecuadas a la realidad que lo rodeaba, brindando  consejos al "príncipe" para que pudiera sostenerse en el poder. 
  
  Vista panorámica de la ciudad de Florencia. 
  Florencia era la ciudad más rica  del norte de Italia gracias a su industria textil, al comercio de productos de  lujo y a la actividad bancaria. La ciudad se transformó en el centro del  Renacimiento durante su primera etapa. Estaba gobernada por los Médicis, una  familia de banqueros que, además, fueron grandes mecenas de intelectuales y  artistas. Bajo el gobierno de Lorenzo el Magnífico (1449-1492), Florencia  alcanzó su período de mayor brillo. En la fotograffa se observa la cúpula de la  catedral —obra maestra de Filippo Brunelleschi—, el campanario construido por  Giotto y e] Palacio comunal. 
 Otro  humanista que ejerció una gran influencia en su época fue el holandés Desiderio  Erasmo (1467-1536), quien en su sátira Elogio de la Locura  (1511) criticó aspectos de la sociedad, particularmente los abusos de la  Iglesia. Algunos autores consideran que contribuyó con esas críticas al  desarrollo de la Reforma protestante a la que, sin embargo, nunca adhirió. 
 Otros  humanistas describieron sociedades ideales. El inglés Tomás Moro (1478-1535),  por ejemplo, realizó en su obra Utopía (1516) una  dura crítica a la sociedad de su tiempo. 
   Una Critica a la Sociedad de Su  Tiempo: 
 Utopía de Tomas Moro—una  isla producto de su imaginación— muestra un mundo que se rebela contra la  pobreza y las desigualdades que genera la propiedad. En ella, un gobierno  elegido por todos los habitantes distribuye los bienes que producen en conjunto. 
  "...Cuando traigo a mi memoria la imagen de tantas naciones hoy florecientes, no  puedo considerarlas —y que Dios me perdone— sino como un conglomerado de gentes  ricas que a la sombra y en nombre de la República, sólo se ocupan de su propio  bienestar, discurriendo toda clase de procedimientos y argucias, tanto para  seguir, sin temor a perderlo, en posesión de lo que adquirieron por matas artes,  como para beneficiarse, al menor costo posible, del trabajo y esfuerzo de los  pobres y abusar de ellos. Y así que consiguen con sus maquinaciones se manden  observar en nombre de todos y, por lo tanto, en el de los pobres también, ya las  ven convertidas en leyes." 
  
  El país de Jauja. Óleo de Pieter  Brueghel, siglo XVI. 
  El Renacimiento también produjo  utopías populares. Una de las más conocidas fue la del "país de Jauja", donde  nadie trabaja. En la imagen se observan tres personajes que comparten las  delicias de un país donde se vive en forma lujuriosa y las necesidades se  satisfacen sin esfuerzo: un militar —representante de la clase noble—, un  estudiante —prototipo de la vida urbana y burguesa— y un campesino. 
EL HUMANISMO     
       En filosofía, actitud que hace hincapié en la dignidad y el    valor de la persona. Uno de sus principios básicos es que las personas son    seres racionales que poseen en sí mismas capacidad para hallar la verdad y    practicar el bien. El término humanismo se usa con gran frecuencia para    describir el movimiento literario y cultural que se extendió por Europa    durante los siglos XIV y XV. Este renacimiento de los estudios griegos y    romanos subrayaba el valor que tiene lo clásico por sí mismo, más que por su    importancia en el marco del cristianismo.
         Entre 1440 y 1530    aproximadamente, en algunas de las ricas ciudades del norte de Italia comenzó    a desarrollarse un movimiento cultural relacionado con la imagen del mundo que    tenían los burgueses: el humanismo. 
   Los humanistas fueron hombres de    las ciudades que se ocuparon de la enseñanza, de la investigación y que fueron    muchas veces secretarios de personas importantes. Ocuparon esos cargos no por    su riqueza o nacimiento, sino por su cultura. Con sus obras, buscaban sentar    las bases de una nueva cultura independiente de la tradición cristiana    escolástica. En contraposición al sistema jerárquico de la sociedad feudal,    afirmaron la dignidad y el valor de cada individuo. 
   La imagen humanista del mundo se    expresó en la literatura, la filosofía y el arte. En el arte fue donde alcanzó    sus realizaciones más coherentes, continuas y originales. Sin embargo, estas    manifestaciones culturales eran conocidas sólo entre los grupos privilegiados,    y tuvieron escasa difusión entre el conjunto de la sociedad europea. 
   Desde mediados del siglo XVI, la    nueva imagen del mundo construida por los humanistas del siglo XV comenzó a    difundirse progresivamente por Europa. Pero como el grado de desarrollo de las    nuevas actividades económicas burguesas era desigual en los diferentes países,    la aceptación de los cambios varió de una sociedad a otra. En el siglo XVII,    algunos miembros —burgueses y nobles— de los grupos privilegiados advirtieron    que los principios del humanismo amenazaban sus posiciones de poder. Por eso,    mantuvieron y reforzaron su adhesión a los valores tradicionales del orden    cristiano feudal. 
      El    movimiento humanista comenzó en Italia, donde los escritores de finales de la    edad media Dante, Giovanni Boccaccio y Francesco de Petrarca contribuyeron en    gran medida al descubrimiento y a la conservación de las obras clásicas. Los    ideales humanistas fueron expresados con fuerza por otro estudioso italiano,    Giovanni Pico de la Mirandola, en su Oración, obra que trata sobre la    dignidad del ser humano. El movimiento avanzó aún más por la influencia de los    estudiosos bizantinos llegados a Roma después de la caída de Constantinopla a    manos de los turcos en 1453, y por la creación de la Academia platónica en    Florencia. La Academia, cuyo principal pensador fue Marsilio Ficino, fue    fundada por el hombre de Estado y mecenas florentino Cosme I de Medici.    Deseaba revivir el platonismo y tuvo gran influencia en la literatura, la    pintura y la arquitectura de la época.
      La    recopilación y traducción de manuscritos clásicos se generalizó, de modo muy    significativo entre el alto clero y la nobleza. La invención de la imprenta de    tipos móviles, a mediados del siglo XV, otorgó un nuevo impulso al humanismo    mediante la difusión de ediciones de los clásicos. Aunque en Italia el    humanismo se desarrolló sobre todo en campos como la literatura y el arte, en    Europa central, donde fue introducido por los estudiosos alemanes Johannes    Reuchlin y Philip Melanchthon, el movimiento penetró en ámbitos como la    teología y la educación, con lo que se convirtió en una de las principales    causas subyacentes de la Reforma.
      Uno de    los estudiosos más importantes en la introducción del humanismo en Francia fue    Erasmo de Rotterdam, que también desempeñó un papel principal en su difusión    por Inglaterra. Allí, el humanismo fue divulgado en la Universidad de Oxford    por los estudiosos William Grocyn y Thomas Linacre, y en la Universidad de    Cambridge por Erasmo y san Juan Fisher. Desde las universidades se extendió    por toda la sociedad inglesa y allanó el camino para la edad de oro de la    literatura y la cultura que llegaría con el periodo isabelino.
           Tomás Moro
   
 
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  (Cheapside,  6 de febrero de 1478 - Londres, 6 de julio de 1535)
 
 Humanista inglés del Renacimiento. Cursó en Oxford estudios humanísticos hasta  1494, año en que ingresó en New Inn para iniciar la carrera de Derecho. Como  humanista, coincidió con Erasmo de Rotterdam en muchísimos aspectos y a ambos  les unió una profunda amistad. Desde joven fue un hombre exageradamente  religioso. Interesado por los acontecimientos políticos de su tiempo, es miembro  del Parlamento en 1504. Desempeñó durante algunos años diferentes cargos en el  Gobierno. En 1514, fue administrador de legados; en 1521, tesorero de Hacienda;  en 1523, speaker de la Cámara de los Comunes y, en 1529, sucedió a Wolsey en el  puesto de canciller. 
 
 Fiel súbdito de la corona, sin embargo se opuso al rey en lo referente a las  cuestiones de supremacía de poderes y al divorcio. En 1532, al aprobarse la ley  que privaba al Papa de los primeros ingresos del año por beneficios, renunció al  Gran Sello, abandonando su trabajo en la Corte. A pesar de los intentos que el  rey de Inglaterra realizó para conseguir de nuevo su colaboración, Tomás Moro,  como católico y antirreformista, no transigió en ningún momento, perdiendo con  su decisión los favores y protección del monarca. 
 
 En 1534, ante su negativa a reconocer al rey como jefe supremo de la Iglesia de  Inglaterra, es hecho prisionero y encarcelado en la torre de Londres. Acusado de  alta traición, tuvo que comparecer ante los tribunales; fue considerado culpable  y, después de un año de prisión, decapitado. 
 
 Tomás Moro fue el creador del tan apasionante género de las utopías o  representaciones de estados y situaciones imaginarias con el fin de poder  realizar y hacer realizar experimentos mentales insospechados. Tal es el  carácter de su obra «De optimo ripublicae statu nova insola Utopia». Para no  alejarse demasiado de la realidad, antes de comenzar a narrar las diversas  historias de la fantástica islita, Moro nos muestra, irónica y sarcásticamente,  como funcionaba la justicia en Inglaterra. Además nos explica el origen  económico de las injusticias sociales. Propone una serie de remedios a este tipo  de problemática, sin encontrar en ninguno de ellos la verdadera solución a tales  injusticias, y afirma rotundamente que la única vía posible para superar la  iniquidad social siempre motivada por cuestiones económicas, es la abolición  absoluta de la propiedad privada, que es, en definitiva, el eje de todo proceso  socio-económico.
     Erasmo de Rotterdam
  
 
 
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  (Rotterdam,  28 de octubre de 1467 - Basilea, 12 de julio de 1536)
 
 Filósofo y teólogo flamenco. Hijo natural, a la muerte del padre fue desprovisto  de su pequeña herencia por sus tutores. Su infancia fue trabajosa. La primera  juventud la pasó en Gonda, donde estudió en las escuelas latinas de Derenter y  Hortegensboch. Ingresó en el monasterio agustino de Stein en 1487, donde se  inició en la «devotio moderna». En el mismo monasterio fue ordenado sacerdote en  1492, pero pidió dispensa de las obligaciones de las órdenes recibidas e incluso  del hábito. Hombre de espíritu independiente, rechazó toda oferta o cargo que le  impidiera mantener su independencia. Entre 1493 y 1516 viajó por diversos  países. Estuvo al servicio del obispo de Cambrais; estudió en la Universidad de  París; fue a Inglaterra, donde tuvo la suerte de conocer a John Colet y a Thomas  Moro. De Inglaterra se dirigió a Italia, donde obtuvo el grado de maestro y  doctor en teología por la Universidad de Turín. Pero Erasmo fue, sobre todo, un  gran humanista. Ante lo que él consideró corrupción de la lengua de Cicerón  propugnó volver a las auténticas fuentes del latín, resucitando a los clásicos. 
 
 En Venecia, conoció a Aldo Manucio, uno de sus editores. En 1508, apareció la  edición completa de sus «Adagios», colección de sentencias griegas y latinas,  que, junto con el «Manual del soldado cristiano» (1503), le dieron a conocer en  toda Europa. Esta última obra contenía ya las principales prácticas e ideales de  la reforma protestante. En 1509, durante uno de sus viajes a Inglaterra,  escribió la más famosa de sus obras: «Elogio de la locura» («Stultitiae laus»)  publicada en París en 1511. Se valió de la sátira y del sarcasmo para poner al  desnudo la decadencia moral del mundo de su tiempo, y, especialmente, de la  Iglesia. Condenó las indulgencias y toda la práctica de devoción formal tan  decisivamente como lo hizo, más tarde, Lutero. Contra las obras meritorias, la  religiosidad formalista y las reglas monásticas está, según Erasmo, la verdadera  religiosidad, que es fe y caridad, conforme a las enseñanzas de los Evangelios. 
 
 Todos los temas de la polémica protestante contra la Iglesia se comentaron ya en  la obra de Erasmo. Cuando se desencadenó la Reforma, Lutero se dirigió a Erasmo,  que había sido precursor de ella, pidiéndole apoyo, pero Erasmo se negó a  dárselo. No quiso ligarse a ningún partido, y menos a cualquier movimiento que  pudiese alterar el orden. Con el fin de mantenerse neutral rechazó la oferta del  capelo cardenalicio que le ofrecía el papa Pablo II en 1535. En Cambridge  impartió clases, hasta 1517, como profesor de Teología. De 1517 a 1521 enseñó en  Lovaina. La lucha religiosa le obligó a abandonar esta ciudad y a instalarse en  Friburgo.
 Otras obras importantes de Erasmo fueron; los «Colloquia familiaria», «Prefacios  al Nuevo Testamento» y los escritos pedagógicos, de los que hay que destacar  «Derationestudii» (1511), que es el programa del humanismo alemán.
    
     Nicolás      Maquiavelo
   (Florencia,  3 de mayo de 1469 - ibí., 25 de junio de 1527)
 
 Humanista y político italiano del Renacimiento. Se le considera el fundador  ideológico del Estado moderno y se le ha llamado, no sin razón, el primer  clásico moderno en asuntos militares.
 
 A los veintinueve años de edad recibió el cargo de secretario de la segunda  cancillería de la República, después, fue recibiendo otros cargos  administrativos y diplomáticos. Su primer escrito fue «Discurso hecho al  magistrado de los Diez sobre el asunto de Pisa», al que siguieron más discursos,  tratados y libros de política.
 
 Viajó mucho por toda Europa; primeramente, estuvo seis meses en la Corte de  Francia, donde, al mismo tiempo de representar a su país, pudo observar las  instituciones y estructuras de la monarquía absoluta. A su vuelta, contrajo  matrimonio y poco después marchó a Roma con motivo del nombramiento de Julio II  como Papa. Nuevo viaje a Francia por motivos diplomáticos y, después, se  recorrerá Italia.
 
 En seguida se mostró como un gran teórico de la guerra; en 1506, escribe  «Descenale Primo», sobre la decadencia militar de su país. En 1507, viaja a  Suiza y Alemania, donde podrá estudiar los pormenores de las tácticas y  armamentos de los ejércitos (el ejército suizo era entonces el mejor de Europa).  Más tarde recibirá una misión en la Liga de Cambrai, por lo que escribirá  «Descenale secondo». Después, vuelve a Francia, cuando esta entra en conflicto  con el Papa.
 
 Cuando en 1512 regresan los Médicis a Florencia concluye la República.  Maquiavelo es cesado y encarcelado y hasta tiene que sufrir tortura. Al salir de  la prisión se retira a una línea, desde donde escribe sus mejores obras. Murió  poco después de que se restaurara de nuevo la República.
 
 Todo el sistema político de Maquiavelo está expuesto en estas tres obras:  «Discursos sobre la primera década de Tito Livio» (1519), «El arte de la guerra»  (1519) y «El Príncipe» (1513). La primera es la expresión más fiel y exacta de  sus ideas y opiniones sobre la organización de los Estados y en ella está la  sustancia de las otras dos; tomando como modelo la república romana, quiere  resucitar su organización con el poder consular, el del Senado y el del pueblo  para que, respectivamente, se vigilen e impidan extralimitaciones de ningún  tipo. En «El arte de la guerra» pone de manifiesto sus deseos de una milicia  nacional en Italia y cómo debe de ser armada y organizarse para expulsar del  país a franceses, alemanes y españoles. «El Príncipe» enseña cómo se forma una  monarquía nueva y absoluta para lograr con ella la unidad e independencia de la  patria, y nos expone las ideas del autor acerca de las excepcionales aptitudes  intelectuales y políticas que debe de tener el príncipe que gobierne. Esta  figura ideal debe de servir por todos los medios a su Estado sin reparar en la  forma en que lo haga; surge así la «Razón de Estado», en la que el fin justifica  los medios.
 
 Maquiavelo ve la política como un juego de caracteres y personalidades; el buen  diplomático debe usar, si es necesario, la hipocresía como arma política, su  única moral debe de ser la moral del éxito. A la religión la enfoca como un arma  de dominación; su príncipe debe de profesar la religión, aunque no creer en  ella, la debe usar para «sujetar» a su pueblo.
 
 Vemos paradójicamente a un personaje que es al mismo tiempo republicano y  defensor de una monarquía absoluta, pero no olvidemos que luchó toda su vida por  la unidad italiana y entiende que para esta difícil empresa el soberano necesita  de una suma de poder que sólo cabe en un monarca absoluto. Su obra hay que  verla, pues, bajo el contexto histórico de la Italia de la época. Sus ideas han  sido duramente discutidas, su figura es polémica y se le ha hecho pasar,  exageradamente, por enemigo de la moral, de la religión y de la justicia.
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  Publicado por  VRF  para  
 Articulos Didacticos   el  6/27/2007 01:28:00 PM